Armored Warfare

A principios del siglo XXI, pocos podían imaginar la conflagración provocada por una miríada de focos locales que se extendían por todos los rincones del planeta. Europa se vio desbordada por los refugiados, decenas de millones de personas que huían de conflictos alimentados por la ira, la codicia y años de crisis financiera y estancamiento que comenzaron en las regiones menos estables y se extendieron inexorablemente.

El completo colapso económico final de Grecia desencadenó una reacción en cadena que sumió a Europa en el caos. Bulgaria se llevó la peor parte, ya que los bancos búlgaros de propiedad griega se hundieron con Grecia. Toda la región se vio arrastrada a una vorágine de estragos, que arruinó innumerables vidas y destruyó cualquier apariencia de statu quo, pero que brindó oportunidades a quienes no tenían escrúpulos para explotar la situación. Los restos de la Unión Europea se vieron paralizados por la creciente brecha entre los gobiernos y su población, y las violentas protestas antigubernamentales se convirtieron en algo habitual, dando lugar a numerosos movimientos anarquistas. Los alijos de armas de los gobiernos en ruinas del tercer mundo se convirtieron en los arsenales de las insurgencias.

En Oriente Próximo, la crisis siria se extendió a toda la región, dividiendo a Siria en múltiples regiones en guerra, con milicias kurdas que intentaban sacar sus propios territorios del caos, chocando frecuentemente con las fuerzas turcas en un conflicto que rápidamente se convirtió en una guerra civil en toda regla.
Mientras Europa se tambaleaba por estos golpes, el recién elegido presidente estadounidense decidió dar un giro hacia el aislacionismo trayendo a casa a la mayoría de las tropas que servían en el extranjero, temiendo que ocurriera "otro Irak" si los soldados estadounidenses se involucraban más en Oriente Medio. Esto fue apoyado por las nuevas tecnologías que permitieron a los EE.UU. ser independientes energéticamente. La nueva estrategia estadounidense de proporcionar apoyo militar a los países amigos de EE.UU. se basó en gran medida en el uso de las PMC respaldadas por EE.UU., como se demostró en la Guerra del Precipicio de 2018 entre Israel y sus vecinos. Esta estrategia tuvo importantes repercusiones, lo que llevó a la pérdida de influencia directa en muchas partes del mundo, especialmente en Sudamérica. Esto, a su vez, provocó el surgimiento de la Alianza de Sangre, un cártel criminal multinacional de la droga que fue adquiriendo el control directo de gran parte de México y Centroamérica. El cártel financió a las guerrillas de toda Sudamérica, iniciando múltiples guerras civiles y obteniendo enormes beneficios de la agitación. Los gobiernos sudamericanos se vieron impotentes para detener a esta organización criminal bien financiada sin ayuda, y la anarquía al sur de la frontera estadounidense dio lugar a muchas milicias nacionalistas americanas que fueron ganando influencia en todo el Sur.

La mayor superpotencia de Asia, China, entró en la década de 2010 con una serie de espasmos económicos provocados por las fluctuaciones monetarias, la escasez de petróleo y el aumento de las tendencias separatistas en varias de sus regiones. China puso en marcha políticas que rozaban la ley marcial, con amplias medidas de represión y métodos brutales de control, y consiguió mantener la situación bajo control, pero a duras penas.
En Europa, la OTAN, ahora en declive, fue puesta a prueba por primera vez en años cuando aparecieron guerrillas nacionalistas en Estonia. Toda la región del Báltico se sumió en el conflicto y se pidió a la OTAN, crónicamente infradotada, que respondiera. Debido a la falta de recursos, la ausencia de respaldo estadounidense y el temor a iniciar otra guerra mundial, la respuesta armada fue vetada y la OTAN dejó de existir como estructura efectiva a todos los efectos en 2020.
Las tensiones globales también estimularon la violencia en la frontera entre India y Pakistán. En medio del caos, cinco cabezas nucleares fueron robadas del complejo pakistaní de Khushab y una de ellas fue detonada en la ciudad india de Hyderabad, lo que provocó la muerte de millones de personas y unas pérdidas económicas asombrosas. El mundo contuvo la respiración, esperando que alguien diera un paso adelante y anunciara que era el responsable del ataque. Este anuncio nunca se produjo, y la violencia inexplicable y sin sentido de este atroz crimen sirvió como última llamada de atención para que las naciones actuaran.
Debilitadas por la insurgencia y las luchas internas, las potencias mundiales -China, la Unión Europea, Rusia y Estados Unidos- se reunieron para discutir cómo luchar contra las nuevas amenazas multinacionales. Tras extensas negociaciones, se firmó un tratado que cambiaría el mundo para siempre.
El tratado estipulaba que los asuntos internos de todos los países participantes en las conversaciones se dejarían en manos de sus propios ejércitos, pero las grandes amenazas a regiones o continentes enteros serían gestionadas por un organismo internacional independiente de nueva creación: el Departamento de Seguridad Internacional. El DSI utilizaría empresas militares privadas, formadas libremente según el principio de exterritorialidad. El DSI dictaría las operaciones de las CMP, pero a cambio las apoyaría tanto logística como políticamente. Cada empresa militar privada se establecería con sus propias reglas (desde bandas de mercenarios hasta ejércitos privados equipados con armamento moderno) pero todas tendrían que adherirse al código de la DSI, para no ser tachadas de renegadas y perseguidas (de facto por otras empresas militares privadas).

El tamaño de las empresas militares privadas podía variar desde pequeñas bandas de mercenarios hasta brigadas o divisiones enteras, y su equipamiento era igual de variado: desde vehículos anticuados y abandonados incluso por los ejércitos del tercer mundo hasta máquinas de última generación, compradas a los distribuidores de armas aprobados por la DSI. Para estos traficantes, el contrato con la DSI era muy beneficioso: por su promesa de no suministrar a nadie considerado enemigo de la DSI, las autoridades solían mirar hacia otro lado cuando se trataba de los medios que los traficantes empleaban para "adquirir" sus existencias. Los más exitosos de estos traficantes firmaban contratos exclusivos con las mayores fuerzas privadas, lo que los convertía en algunos de los hombres y mujeres más ricos de la Tierra.
Por desgracia, este sistema trajo consigo sus propias trampas. Los casos de unidades mercenarias que se rebelaban o cambiaban de bando no eran infrecuentes, y durante años fue necesario el poderío combinado de la DSI y los leales para aplastar por completo a esos rebeldes y convertirlos en ejemplos. Sin embargo, el sistema ha demostrado su eficacia y a principios de la década de 2030 las PMC ya eran la fuerza dominante y, en realidad, la única capaz de hacer frente a las grandes crisis en las regiones disputadas.
A medida que nos acercamos a la mitad del siglo XXI ya no hay duda, el mundo está en llamas. La fuerza combinada de las PMC leales es ahora la única esperanza para evitar que la tierra vuelva a otra era oscura. Queda por ver si tendrán éxito...