Ico - Noticias

En un bosque remoto e iluminado por el sol, varios hombres enmascarados viajan a caballo hasta el borde de un enorme acantilado que domina el mar. Frente a la costa hay una fortaleza de otro mundo, en ruinas, construida sobre altas agujas rocosas. Algunos de los hombres llevan cuernos en el casco. Estos cuernos se parecen a los de la cabeza de Malus. Los hombres bajan por un camino sinuoso hacia el nivel del mar, se suben a un pequeño bote y reman en silencio hacia el castillo.

Llevan un prisionero con ellos: Ico, un niño con una característica inmediatamente identificable: dos grandes cuernos que sobresalen de su cabeza. Estos cuernos son el resultado de una antigua maldición, una que ha afectado al pueblo de Ico durante generaciones y que le ha valido todo el odio y la culpa de cualquier desgracia que les ocurra a sus habitantes. Los hombres lo han llevado al castillo después de su duodécimo cumpleaños para meterlo en un misterioso ataúd en las profundidades de los oscuros salones de la fortaleza, donde morirá de hambre o sucumbirá al frío. Para abrir el camino al ataúd, cogen una espada encantada que tiene la capacidad de abrir las puertas con forma de ídolo que conducen a la sala.

Los hombres le obligan a entrar en el ataúd, ordenándole que no se resista y diciéndole que lo hacen "por el bien del pueblo". Sin embargo, cuando se marchan, un temblor provocado por las numerosas piezas móviles envejecidas del castillo desprende el ataúd de Ico de la pared, abriéndolo pero dejándolo inconsciente. Durante este tiempo, experimenta una extraña visión, situada en otra parte del castillo: una jaula de piedra con pinchos cuelga del techo de una enorme sala cilíndrica. Cuando Ico se acerca a la jaula por un camino en espiral que sube por las paredes de la habitación, una sustancia sombría se acumula en el fondo de la jaula, desbordándose y goteando en el suelo, muy por debajo. Otra sombra emerge de las paredes detrás de Ico, envolviéndolo y terminando la visión. Se despierta.

Ico comienza a explorar el viejo castillo, tirando de palancas y abriendo puertas en busca de una salida. Sin embargo, pronto se encuentra en el fondo de exactamente la misma habitación que vio en la visión, incluida la jaula de metal que cuelga del techo. Ico asciende por el camino en espiral hasta llegar de nuevo a la parte superior de la habitación. Esta vez la jaula contiene una joven, Yorda, que está sentada en silencio. Ico la llama y le promete que encontrará la forma de dejarla salir. Alcanza una palanca que hace descender la jaula hasta el suelo. Ico vuelve a bajar y salta sobre la jaula, haciendo que ésta y un trozo de madera desprendido se estrellen contra el suelo. El impacto abre la puerta de la jaula, liberando a Yorda.